un pequeño manifiesto...

Un manifiesto...


Quiero seguir creyendo que la Vida vale la pena vivirla… y la Vida, en mayúsculas, es más que una estabilidad socioeconómica. No niego que eso sea importante, vital también, pero la Vida, todo eso inconmensurable que estamos descubriendo, la conformación de los átomos, de las células. La Vida que habita en hectáreas de bosques, en las profundidades del mar. O también esa Vida que es la vida de ¡nuestro cuerpo! sus sentires, su salud, sus deseos… Creo que la vida está siendo sofocada y hay que rescatarla, defenderla y sobre todo, seguir descubriéndola.

Creo que las relaciones humanas que establecemos pueden ser lugares seguros y poderosos para sobrevivir, para resistir, para crear. Lugares seguros ante la maquinaria devoradora de almas y cuerpos en la que estamos viviendo nuestro soplo de vida, porque eso somos, un soplo, un instante, en esta gran maquinaria que define lo que tenemos que hacer. Creo que podemos crear pequeñas atmósferas habitables y nutritivas, que construyan otros modos de estar, habitar y compartir; crearnos otros ecosistemas donde podamos narrar otras historias de vida.

Para mi sorpresa este año descubrí, gracias a Hugo Fazio, que el mundo es una categoría histórica. ¿Cuál es mi sorpresa con estas palabras? Que eso indica que “el mundo” es una construcción de realidad, que solemos considerar fija e inmutable y decimos “el mundo es así” “así es la realidad”.  Y si, hay una “realidad”, pero es una construcción, ¡un invento de los humanos! (de los hombres especialmente) además… ¿cuántas realidades no hay en este mundo de 195 países? Somos el resultado de muchos momentos históricos, de descubrimientos, de inventos, de conquistas, de guerras. Pero la mejor parte, es que el mundo, como construcción, se sigue construyendo, sigue creando su historia.

Hemos heredado un mundo, este mundo, pero quizá quede otro… engendrándose con otras historias. Creo que entre las personas podemos crear historias, desde nuestra propia vida, nuestras prácticas, nuestro q’hacer, en complicidad. Porque si todo es un cuento que nos cuentan, nosotros también podemos contar otros cuentos. Porque al final si las historias crean mundo, con otras historias quizá podremos crear otros mundos, engendrarlos.

Comparto esto porque he sido una feliz víctima de personitas que con sus acciones me han ampliado el universo, revelado otras capas, otras realidades, otras posibilidades de existencia. Personas que crean lugares habitables. Ellos me han permitido nuevas historias. Gracias. Esto es para mí una manera de alejarnos de los colmillos y de la violencia de este sistema, una manera de cuidar la Vida, de rescatarla, de conocerla. ¿acaso nos creímos los personajes de la novela de ciencia ficción que verán el final del libro? Nono, aquí queda mucha Vida por vivir.

Creer que podemos contar otras historias.  Volver a creer en los lazos humanos. Cuidar y Soñar como acto de resistencia. Mi posición, más que ser optimista, creyendo en la transformación mundial, es la búsqueda de aliados. Porque no soy la única a la que le pesa la forma actual del mundo. Este peso es un malestar que se instaura en el cuerpo, duele, desanima y lo compartes en la banca del parque con tu amigo. Luego se hace la luz y resistimos, porque el lazo humano real, presente, desde el respeto, el cuidado y la sinceridad es creador también.

Nótese que solo digo creo. No hay certezas, pero uno nunca sabe. Entonces recuerdo la película de Peter Pan, la escena donde Campanita desfallece y todos cantan: “Creo, creo, yo si creo en las hadas”… y entonces la luz vuelve.

Por lo pronto, soy artista escénica, hago teatro e investigo (o a eso juego seriamente) desde el cuerpo, por el cuerpo, para el cuerpo, por el arte, por el placer de estar vivos hoy y de descubrir de que está hecha la Vida. Porque el mañana es un misterio y yo no viviré el fin del mundo, por más que así parezca, larga es la cola de humanos que están quedando sobre la tierra y quizá continuarán la historia que nos inventemos hoy. Lo mejor será hacernos de cómplices en este viaje.